A veces la sensación de que no somos nada más que una pequeña mota de polvo en medio del gigantesco cosmos, es necesaria.
Necesitamos esas dosis de humildad porque a veces jugamos a ser más que nadie y nos atrevemos a mirar a otro por encima del hombro creyéndonos con derecho a juzgar cualquier acto que no nos gusta.
A veces no es empatía, es respetar y comprender.
Deberíamos sentarnos más a menudo con nosotros mismos y con nuestra mente desnuda y prestar atención a lo que nos decimos a gritos y no escuchamos, en vez de estar tan pendientes de los “errores” de los demás.