“Te lo he dicho ya. Te lo he debido decir mil veces: todo lo tuyo me gusta. Me gusta hasta lo que no es tuyo. Basta con que te haya rozado levemente o se haya posado en ti. Basta que se haya acercado o te haya susurrado. Todo lo tuyo me gusta. Lo tuyo eres tú y lo que te envuelve. Tu risa, tu voz, tus lágrimas, tus caricias, tus enfados, tu melancolía.. me gusta tu agresividad que intento calmar cuando veo que te desbordas. Tus abrazos, tus caricias. Tus silencios, tu sosiego e inquietud. Todo lo tuyo me gusta.
Por qué no me crees?”
No es que no te crea, es que no te escucho, solo te oigo mientras siento tus dedos recorriendo mi espalda e intento vestirme rápidamente para desaparecer cuanto antes de tu cama. Pero a la vez, cierro los ojos y me embebo en el placer de tu piel recorriendo la mía. Sabes que eres poderoso y fuerte cuando tus palabras acompañan esos escalofríos que me dan tus caricias.
Sucumbo de nuevo, como siempre, como cada vez.
Y girando la cabeza te miro con ternura. Y veo que me miras y hago como que te creo.
Porque no puedo ni quiero hacer otra cosa en mi vida que no sea amarte.
Porque sé que es lo mejor que sé hacer.
Porque yo ya no me importo si no te tengo cerca.