No me gustan la intransigencia, ni la intolerancia, tampoco la apatía ni la desidia.
Me horroriza que se pase de los demás, de las personas, de la vida.
Me alejo de los rencorosos y resentidos.
No me gusta el resentimiento. Para qué sirve si no es para envenenarte cada día un poco más, para nublar tu corazón y tu razón y para hacer sufrir a quien te quiere?
Aparto el autoritarismo: Por qué razón soy yo quien debe tener razón? Por el mismo motivo creo que tú tampoco la tienes siempre.
No me gusta la violencia, ni siquiera esa violencia callada que da el silencio por respuesta, esa que es indiferencia e ignorar.
Hay tanto de eso..!
Y sin embargo, cada vez que me doy la vuelta, encuentro una persona maravillosa dando algo suyo a los demás. Gente que regala su tiempo y se toma unos minutos para hacerte una llamada de ánimo, o darte abrazos de ‘no te preocupes’.
Personas que dicen ‘te quiero’ y sabes (y sientes) que es verdad. Amigos de lágrimas y risas compartidas que siempre están y estarán, que saben de amor, honestidad y lealtad.
A los demás no sé, a mí me basta con mirar a mi alrededor para seguir creyendo en el ser humano.